Diego: el vagabundo en el metro

Buenas noches. Disculpe usted, perdone, que le vengo ocasionando molestias.
Le pido, porque no tengo otra forma de vivir: no me dan trabajo porque estoy chueco y estoy chueco porque no puedo pagar un médico.

Las puertas del metro se cerraron, el calor sofocante y aire caliente llenaban el vagón y el pordiosero siguió caminando por el pasillo arrastrando su pie, con una chancla mas gastada de un pie y usando harapos por ropa.

No le pido dinero sino algo de comer o algo que usted me quiera regalar de corazón. No tengo dónde vivir, duermo dónde me cae la noche

El discurso ofrecido por el indigente era cada vez más desalentador. El metro seguía vibrando y rugiendo.
Y los minutos que tenía para convencer a sus interlocutores para que le donarán algo estaban a punto de terminar.
No es mi costumbre regalar dinero. Especialmente cuando a mi también me hace tanta falta. Así que mire rápido entre las cosas que tenía y ese día cargaba una gelatina que no me dio tiempo de terminarme a la hora de la comida. Sin pensarlo más veces estiré la mano y mostrando su experiencia en mendigar, la gelatina fue tomada casi de inmediato
Sus ojos se enfocaron a los míos y escuché la frase

«me llamo Diego. Y me da mucha pena tener que pedir. Por personas como tú, no robo. Gracias de verdad»

No sé si eso fue una amenaza o un agradecimiento sincero. O parte de un show ya muy bien ensayado. Pero ese día me sentí mejor persona por poderlo ayudar.
Por esta y otras razones que incluso son merecedoras de algunos posts es que sigo maravillada con el metro.

Este post fue escrito por malenkiki el 30 de abril del 2014 cuando el reloj marcaba las 10:30 pm

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